Cualquier persona que empiece a leer sobre SCRUM se dará cuenta de la importancia de que las iteraciones (o sprints) tengan una duración determinada a lo largo de un proyecto. Fijar la duración de los sprints es uno de los pocos principios de SCRUM. Por ejemplo, no se puede variar, a medio proyecto, los sprints de 2 a 3 semanas, y después a 2 de nuevo. Crea confusión en el cliente y en el mismo equipo, y no ayuda a establecer un buen ritmo de trabajo.
Ahora bien, algo más complicado es decidir cuál es la mejor duración en cada caso.
Cuando me preguntan qué duración es la adecuada para una iteración SCRUM, siempre respondo que “depende del caso”. Es una respuesta imprecisa, con lo que quiero aprovechar este post para dar mis razones para no aconsejar una duración estándar de un sprint (sin conocer los detalles del proyecto).
Cuando estamos implantando SCRUM por primera vez, mi sugerencia (¡para esto y para tantas otras cosas!) es tomarnos nuestro tiempo entendiendo el entorno. Llegar como consultor expertísimo en SCRUM e intentar aplicar el proceso que te ha funcionado en otras ocasiones a un nuevo “ecosistema” es una receta para el fracaso. Muchas veces, la implantación de SCRUM se servirá de un proyecto prototipo. Considero aceptable variar la duración del sprint después de dicho prototipo (¿para qué nos sirven los proyectos prototipos si no es para probar?). Pero, cuando se haga un despliegue de la metodología a nivel departamental o de toda la compañía (o sea, incluyendo múltiples proyectos), sería adecuado mantener sprints más o menos similares, porque ayuda a una mejor comprensión a nivel organizativo de SCRUM y de cuando esperar resultados.
En general, se debería tener en cuenta:
- Procesos organizativos y entorno
- ¿Es un producto interno o para un cliente externo?
- ¿Qué procesos de autorización existen para ponerlo en producción? Por ejemplo, los complicados procesos que pueden existir en un entorno bancario o en según qué clientes externos, incluyendo departamentos de operaciones, etc.
- Disponibilidad del cliente
- Número de usuarios
- Necesidades de formación cada vez que se lanza una nueva release
- Localización / disponibilidad en general
- Naturaleza de la solución (producto realizado)
- ¿Cuán urgente es la necesidad de nuevas funcionalidades?
- Madurez del equipo de desarrollo
- Conocimiento de SCRUM, cómo de multidisciplinares sean sus miembros, etc.
- ¿Cuál es la capacidad de utilización / reacción / tolerancia de los usuarios a las nuevas iteraciones?
En resumen, no es lo mismo realizar un producto para un grupo de usuarios internos que lo conozcan bien y sólo necesiten una mínima formación que no, por ejemplo, una release de software bancario para un cliente externo en el que son necesarios un par de días de pruebas más formación y documentación para los usuarios, etc. En el primer caso se podría pensar en iteraciones de incluso 1 semana, en el segundo, de 1 mes. Y según mi opinión, ninguna sería más correcta que la otra.
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